Fuente - 23.04.2023
En los bastiones abertzales del País Vasco continúa una batalla por el relato que ha llevado a convertir en «víctimas» a los verdugos. La web municipal de varios consistorios, la mayoría gobernados por EH Bildu, reescriben la memoria con alevosía.
En Galdácano, entre sus 509 registros de memoria histórica el Ayuntamiento hace un guiño a sanguinarios etarras como Xabier García Gaztelu, alias «Txapote», Jon Bienzobas o el que fuera jefe de ETA, Xabier López Peña «Thierry» y los cuelan entre las «víctimas» de la Guerra Civil y de la represión franquista, dentro de un proyecto que, en teoría, busca «reunir a todas aquellas personas de la localidad que han padecido y padecen violaciones de derechos humanos fundamentales a causa del conflicto político vasco». Y es que, el Gobierno cedió ante Bildu en la ley de Memoria para, entre otras cosas, reescribir la historia y reconocer, incluso, «víctimas de torturas hasta 1983».
También ocurre en Hernani, Tolosa o Azpeitia. En este último municipio, en la web del consistorio, se muestra a Gotzon Aramburu Sodupe, condenado a 35 años y 15 días por colaboración con banda armada, asesinato y estragos, entre otros, cuyos derechos, dicen, fueron «vulnerados» en el momento en el que él y otro terrorista asesinaron al guardia civil Antonio Molina e hirieron de gravedad a su compañero Juan Aguilar, pero este dato no cuenta en la biografía de sus verdugos.
Esta «conversión» digitalizada, que borra la historia de los asesinos, contrasta con el «abandono» que sufren muchas víctimas.
«El día que me pasó el atentado morí con mi compañero»
Juan Aguilar Osuna lleva 22 años combatiendo con el dolor, el emocional, y el que le causó de por vida el disparo. Desde aquel día no ha hecho ninguna intervención en medios. «Llevo veintitantas operaciones, dolores día y noche, con morfina, con mi compañero debajo tierra. Para que este gobierno les dé todos los beneficios a ellos y sean ahora considerados por algunos como víctimas». Y es que, «el día que me pasó el atentado morí con mi compañero».
Fue el 17 de diciembre de 2002, a las 15:40 horas, cuando los dos agentes de la Guardia Civil, pertenecientes al puesto de la Benemérita de Collado Villalba, se acercaron a un Ford Escort azul que estaba a unos 200 metros de una gasolinera. «Nos cruzamos en mitad del pueblo con ellos y fuimos detrás a identificarlos. Nosotros íbamos en una dirección, ellos en otra, pero al vernos ellos avanzaron. Pensábamos que era un asunto menor de drogas o algo similar. En ningún momento pensamos que llevaban tantas bombas y que su objetivo era volar hasta siete grandes almacenes en nochevieja», recuerda Aguilar.
Molina se acercó al coche y, tras solicitarles la documentación, uno de los terroristas le disparó a muy corta distancia alcanzandole dos balas, una en el brazo y otra en el abdomen. Falleció en el acto. Después, Aguilar salió del coche patrulla para repeler la agresión y se inició un tiroteo. «Me dispararon después de llenar el cargador –de la pistola–», y le alcanzó una bala a la altura del codo. «Me rompieron tres nervios y la mano. Lo del hueso me dijeron en ese momento que era lo de menos». Durante todo este tiempo le han quitado nervios de la pierna, nervios de los pies para ponérselos en la mano, le han colocado nervios artificiales, bloqueado otros que le dolían... «Me han hecho de todo ya en los brazos. Si me viera la mano, da hasta vergüenza, la tengo perdida. Pero lo peor son los dolores día y noche»; lesiones que le causaron la incapacidad permanente para ejercer su profesión. Cuando ocurrió el atentado, Aguilar se acababa de casar hacía tres meses.
«¡De qué vale que muchos guardias hayamos luchado para que ahora se rían de nosotros!»
«Trabaja uno por su país para nada, pero bueno...», lamenta cuando escucha cómo se busca borrar la memoria ensalzando al asesino de su compañero y a quien le incapacitó de por vida.
Aguilar advierte de que la responsabilidad también está en el Gobierno que «pacta encima con unos terroristas. Son los de Bildu los que han convertido a los etarras como “víctimas”. Son terroristas», pero «este gobierno está pactando con ellos». «¡De qué vale que muchos guardias, mucha gente, civiles, hayamos luchado para que ahora se rían de nosotros!»
El guardia que resultó herido por los etarras asegura que a su madre no se lo puede decir, pero «ese día se murió su hijo. Nació otro, con peor vida, peor carácter, peor nivel, rabiando día y noche». Y es que es muy larga la travesía que ha tenido que llevar a cabo visitando médicos en León, Madrid, Córdoba, clínicas del dolor...
Dice que su familia, su mujer, sus padres «siempre han estado», y, en su caso más «para todo lo malo», que confiesa ha sido mucho. «Si yo pudiera hablar... Me quedan muchas cosas».
Se hizo guardia civil a los 23 años. Su padre también lo es y dos de sus hermanos. «Hemos sido en casa todos guardias» y asegura que nunca sintió miedo porque dice que eso «entonces no te dejaría trabajar».
Asegura que el Instituto Armado no le ha decepcionado, pero se ha encontrado con muchas contrariedades como altas psicológicas que luego tuvieron que revertir, le situaban en un lugar de residencia que no era... «El abogado de las víctimas se encontró con muchos errores de estos», precisa. «Hasta he tenido que pagarme algunas de las operaciones».
Frenaron una masacre
Molina y Aguilar arriesgaron su vida y evitaron una masacre. El coche en el que viajaban los terroristas llevaba 130 kilos de explosivos que desactivaron los artificieros de la Guardia Civil. Uno de los etarras fue detenido tras resultar herido, el otro logró huir tras detener un vehículo a punta de pistola, pero fue detenido en San Sebastián.
«Nos ha costado mucho. No me arrepiento nunca, pero lo que más te duele son las cosas de después». «Hay mucho abandono». «Y luego ves lo que hacen; pactar con terroristas y darles tantas ventajas para sentarse en un sillón... «Es muy vergonzoso que quien asesinó a mi compañero sea considerado víctima. Esto solo pasa en nuestro país». «No quiero que mi hijo me vea llorar más».
Iniciativa "descabellada"
Consuelo Ordóñez, hermana del que fuera líder del PP de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez, atentado en el que también está implicado el sanguinario «Txapote», otro verdugo reconvertido en «víctima» por el consistorio de Galdácano, asegura que «no hay nada más humillante para las víctimas de ETA que el hecho de que se les equipare con sus propios asesinos.
Es absolutamente indigno que se financie con dinero público unas páginas web que retuercen y falsean la memoria reciente de nuestro país de forma tan perversa» y recuerda que se está vulnerando con ello «la ley de víctimas vascas». «Aranzadi lo único que hace es corroborar la tesis de que ETA merece algún tipo de consideración positiva bajo la falsedad de que los terroristas han sufrido violencia política por haber sido detenidos. Lo único que denota es lo hondo que ha calado la legitimación de ETA en la sociedad vasca».
«Txapote» también participó en el crimen del abogado e histórico dirigente del PSE, Fernando Múgica. Su hijo, José María destaca que esa web de equiparación entre víctimas y asesinos se trata de una «iniciativa descabellada». Y avisa: «El empeño de decir las cosas por los nombres que no son, está calando».
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