Maribel Lolo tenía cuatro años cuando compañeros de su padre fueron a casa a buscar a su madre para decirle que tenía que ir al hospital. Su padre había sido víctima de un atentado terrorista. Tan solo de dijeron que tenía unos rasguños. “A mí me envolvieron en una manta y me llevaron a casa de unos amigos. A mi madre la acercaron a una parada de taxis y se fue ella solo al hospital de Cruces. Mi madre no sabía con lo que se iba a encontrar.”
Jesús Lolo era policía municipal en Portugalete. La noche del 15 de abril de 1978, se encontraba de servicio en el parque del Doctor Areilza cuando vio a un chico correr portando una bolsa de deportes. «Le pareció sospechoso y le dio el alto», recuerda su hija. El joven, que resultó ser un miembro de ETA y acudía al encuentro con otros miembros de la banda, encañonó a la víctima y le pegó un tiro. Después, salió corriendo. El disparo le ocasionó heridas en el riñón izquierdo y le atravesó la médula espinal.Las secuelas del disparo hicieron que pasara 25 años en silla de ruedas. Su compañero de patrulla resultó ileso.
El Hospital de Cruces se convirtió en su casa. Su padre estuvo allí ingresado durante nueve meses en los que "el Doctor Echevarría le salvó la vida y a consecuencia de ello estuvo amenazado.”
En el hospital, mi padre tenía vigilancia en la puerta porque había la sospecha de que ETA quería rematarlo. “A mi padre aquel día se le acabó la ilusión de pasear con su mujer y su hija y a mi ETA me robó la infancia y la adolescencia. ETA rompe las familias y ellos se alegran.”
Durante años los heridos en los atentados terroristas han sido las víctimas invisibles y silenciadas. “Los gobernantes no han hecho nada y la sociedad durante años se ha puesto de perfil. La Iglesia también nos ha dado la espalda, hemos sido los apestados” asegura Maribel
“Mi padre perdonó a la persona que apretó el gatillo, pero no se puede olvidar de lo que uno es fruto. "Aquella bala atravesó a mi padre, a mi madre y a mí”.
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