Gracias a la casi trimillonaria financiación del Ayuntamiento hispalense, la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla, se va a celebrar en esta ciudad la gala de la 37 edición de los premios Goya del cine español, entre cuyas películas nominadas está una de dibujos dirigida y guionizada por Fermín Muguruza, roquero metido ahora a cineasta. Con la sola visión de su tráiler oficial nos damos cuenta de que se trata de una obra menor en cuanto a la calidad de la animación, pero mayor respecto al sectarismo radical abertzale y batasunero que la inspira e infecciona. Y es que Muguruza es coherente con su trayectoria vital, pues siempre ha estado ligado al entorno filoetarra y a la extrema izquierda revolucionaria e internacionalista (pero muy nacionalista vasca). En una reciente entrevista Muguruza afirmaba que «Los presos (de ETA) tendrían que estar todos en la calle, como sucedió con los del IRA». ¡Todos en la calle, sí señor: los muertos al hoyo, y los vivos al bollo... de los Goya!
Cuando apenas hace diez días que en Sevilla hemos recordado el 25 aniversario del terrible asesinato de Ascen y Alberto a manos de cobardes etarras, lo más triste no es ya que Muguruza venga de celebración a Sevilla con un producto de tan cuestionable calidad como el suyo, sino que probablemente y en gran parte se le haya nominado por su patente sesgo político. Y más triste aún es comprobar la aparente uniformidad monocromática y paquidérmica que impera en el mundo del cine español, tan exquisitamente solidario con lejanas guerras, pero tan carente de sensibilidad con las innumerables y cercanas víctimas causadas por el terrorismo etarra que nunca han merecido la atención de tan selecto colectivo. ¡Pobre Goya!
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