- JORGE RODRIGO
- 23-01-2023
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Han transcurrido veintiocho años desde que la banda terrorista ETA asesinara a Gregorio Ordóñez. Un año más, como cada enero, familiares, amigos y compañeros del Partido Popular nos reunimos, junto al roble traído desde San Sebastián, en el parque que lleva su nombre en el madrileño distrito de Salamanca. Es este un homenaje que conmemora la figura de Goyo, la de una persona honesta, noble, honrada y valiente, con el que, además, tratamos de luchar contra el manto de olvido con el que el Gobierno de España y sus socios comunistas y separatistas pretenden volver a sepultar a las víctimas del terrorismo.
Gregorio Ordóñez es uno de los 853 asesinados por ETA, uno más de las 7.000 víctimas totales. Quienes lo conocimos aún tenemos muy presente su ejemplo de hombre sencillo y, a la vez, rotundo en sus valores. Por eso lo asesinaron. Porque no podían consentir que alguien como él ganase las elecciones en San Sebastián, porque esa era la única manera de callar lo que no se cansaba de repetir con claridad, orgullo y esa determinación que concede siempre la fe de la verdad: que se podía ser vasco y español.
A pesar de tanto sufrimiento, ahora, casi tres décadas más tarde, aunque duela reconocerlo, los asesinos han ganado políticamente mucho más de lo que pudieran imaginar entonces. Son demasiados los etarras acercados al País Vasco o que están en libertad, muchos de ellos recibidos como héroes en sus ciudades y pueblos. Sin ir más lejos, hoy los herederos de ETA son los socios parlamentarios del Gobierno de España.
Por razones como estas conviene tener muy presente la herencia que nos dejó Gregorio Ordóñez, su sacrificio por hacer del País Vasco y de España un mismo espacio de libertad. Si la primera responsabilidad de una sociedad con sus víctimas es combatir a sus enemigos, tenemos un gran compromiso por delante para preservar el recuerdo vivo de quienes trabajaron por la democracia y la unidad nacional, para que ganen la memoria, la dignidad, la justicia y la verdad. A pesar de la indignidad de este Gobierno, nuestra Nación tiene la obligación de compensar una injusticia histórica.
Que Gregorio Ordóñez sea siempre nuestra referencia moral y política, nuestro faro en los instantes de oscuridad y confusión por los que atraviesa España.
Jorge Rodrigo es vicepresidente de la Asamblea de Madrid y presidente del PP en el distrito de Salamanca.
A pesar de tanto sufrimiento, ahora, casi tres décadas más tarde, aunque duela reconocerlo, los asesinos han ganado políticamente mucho más de lo que pudieran imaginar entonces. Son demasiados los etarras acercados al País Vasco o que están en libertad, muchos de ellos recibidos como héroes en sus ciudades y pueblos. Sin ir más lejos, hoy los herederos de ETA son los socios parlamentarios del Gobierno de España.
Por razones como estas conviene tener muy presente la herencia que nos dejó Gregorio Ordóñez, su sacrificio por hacer del País Vasco y de España un mismo espacio de libertad. Si la primera responsabilidad de una sociedad con sus víctimas es combatir a sus enemigos, tenemos un gran compromiso por delante para preservar el recuerdo vivo de quienes trabajaron por la democracia y la unidad nacional, para que ganen la memoria, la dignidad, la justicia y la verdad. A pesar de la indignidad de este Gobierno, nuestra Nación tiene la obligación de compensar una injusticia histórica.
Que Gregorio Ordóñez sea siempre nuestra referencia moral y política, nuestro faro en los instantes de oscuridad y confusión por los que atraviesa España.
Jorge Rodrigo es vicepresidente de la Asamblea de Madrid y presidente del PP en el distrito de Salamanca.
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