Tras el asesinato de Joaquín Imaz, a su viuda le dejaron de atender en muchas tiendas de Pamplona. A la muerte de su marido, el 26 de noviembre de 1977, sumó el rechazo de la sociedad navarra de aquellos años. La pérdida de Joaquín la sumió además en una apatía que le impedía siquiera abrazar o besar a su única hija, Carmen.
Antes de ser asesinado, Joaquín Imaz comentó a sus amigos durante su última partida de cartas que tenía la sensación de que las amenazas de muerte que recibía, iban en serio.
Antes de ser asesinado, Joaquín Imaz comentó a sus amigos durante su última partida de cartas que tenía la sensación de que las amenazas de muerte que recibía, iban en serio.
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