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martes, 18 de octubre de 2022

Biografía no autorizada del PNV


La Biografía no autorizada del PNV retrata a un partido cambiante, camaleónico, capaz de pactar el ejército franquista, de poner sus espías al servicio de los aliados en la II Guerra mundial, al tiempo que se reunía con notables nazis, no fuera a ser que la Alemania de Hitler ganara las elecciones. Un partido pragmático hasta el más vergonzoso cinismo: el PNV de prebostes como Arzallus, que anima a la ETA PM a continuar con las armas, para que el partido de Arana tuviera más nueces que recoger.

De la visión general de la historia del PNV que ofrece esta Biografía no autorizada, una de las cuestiones que más sorprenden es el sustrato ideológico sobre el que crece el nacionalismo vasco. Vaquero Oroquieta dedica varios capítulos a las leyendas románticas que han armado el «sujeto vasco», a las mentiras de una historia inventada, o a recoger algunas de las perlas de Sabino Arana, creador del PNV junto a su hermano Luis.

Arana, quizá no hace falta repetirlo para quien conozca su historia y sus deyecciones ideológicas, era un racista de manual, un personaje despectivo con los emigrantes, capaz de expresar un asco radical con sus costumbres, su forma de ser, su forma de hablar, su forma de bailar. Lejos de avergonzarse de semejante engendro, el PNV levanta su sede central sobre lo que fue la casa de Sabino Arana, y así la llaman Sabin Etxea. En el PNV siempre han disculpado las perlas de Sabino con el pretexto de que «era un hombre de su tiempo». Lo cierto es que en aquel tiempo, como en todos, había varios tipos de hombres. El de Arana era el tipo racista.

Es curioso cómo el patrón se repite con Federico Krutwig, un escritor egotista, «elitista estirado y sabelotodo», que fue el inspirador de la deriva terrorista de los hijos del nacionalismo vasco, esa generación eligió las armas para conseguir lo que sus padres, generación fracasada, no habían logrado por otros medios. Krutwig animaba a los jóvenes a provocar una revolución de corte maoísta, mientras contemplaba desde su atalaya los resultados de la llamada «lucha armada».

Vaquero analiza el papel del PNV en la historia, desde su nacimiento como partido tradicionalista y bizcaitarra hasta la creación de un régimen que ha eliminado (gracias al pistolerismo) cualquier alternativa por la derecha. El PNV aprovecha la guerra civil para fundar una república vasca que tiene entre sus episodios más trágicos la matanza de presos derechistas en las prisiones bilbaínas en enero de 1937, lo que se conoce como el «Guernica del PNV». ¿Han oído ustedes hablar de esa matanza? Poco después el nacionalismo vasco se rendía ante los fascistas italianos en Santoña. Una traición para el Frente Popular.

El PNV y el franquismo

Durante el franquismo, el nacionalismo vasco fue tratado con guante blanco. Los indultos a dirigentes abertzales fueron notables, y la mayor parte de los prebostes del PNV murieron en la cama. La Transición fue testigo de una rápida reorganización del PNV, quien pronto alcanzó importantes objetivos de autogobierno, a pesar de su abstención ante la Constitución Española. Pronto volverían a ser un partido hegemónico, con una gran capacidad de confundirse con el paisaje.

La llegada de la democracia abrió el paso al control político del País Vasco por parte del PNV. Piensen en cómo la ikurriña, una bandera de un partido, se convierte en la bandera de una comunidad autónoma. Un partido capaz de adaptarse a cualquier situación, de negociar con cualquiera con la vista puesta en su propio interés. Solo en un partido como el PNV se puede explicar la figura de un Xavier Arzallus «que nació bizkaitarra para después convertirse en panvasquista. Integrista católico, nacionalista conservador, demócrata cristiano progresista más tarde, abanderado de la agenda LGTBI finalmente». Un partido que solo tiene dos límites: «la voluntad de poder y la consecución de sus objetivos últimos». Siempre estuvieron más cerca de los terroristas que de las víctimas. De nuevo, para disculparse, el PNV recurre al truco de confundirse con el paisaje. Dicen que eso fue un mal de toda la sociedad vasca. Liderada por el PNV, claro.

En esa disneylandia abertzale en la que el PNV ejerce su control territorial y político, y en la que despliega sus ansias de control sobre Navarra, aparecen de vez en cuando, con dificultad, los casos de corrupción. El más chusco es el de las excavaciones de la ciudad romana de Iruña-Veleia, en la que un grupo de arqueólogos falsificó los restos encontrados para intentar demostrar que la nación vasca ya era una realidad en el siglo III. Terminaron condenados por el juzgado de lo Penal de Vitoria. El episodio, que contó con manifestaciones de asociaciones vasquistas a favor de los condenados, revela que el nacionalismo vasco, además de practicar la corrupción económica, como todo otro partido que tenga un poder absoluto, se sustenta sobre una corrupción intelectual. - Fuente

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