Acostumbrados a celebrar ‘ongi etorris’ con total impunidad, los proetarras pretendían dar este sábado un paso más para pedir la excarcelación del sanguinario terrorista Henri Parot: una marcha ‘solidaria’ de 31 kilómetros en Mondragón para denunciar la política penitenciaria y los 31 años que el etarra lleva en prisión.
Finalmente, y ante la movilización de las principales asociaciones de víctimas, han decidido sustituirlo por concentraciones en todas las plazas del País Vasco. Aun así, las víctimas están convencidas de que esto no es más que un "fraude", que "cambia la forma, pero no el fondo" y que todos esos actos acabarán convirtiéndose en lo mismo de siempre: una forma más de enaltecer el terrorismo y humillar a las víctimas.
Por eso, mantienen el homenaje que habían convocado el mismo día y en el mismo lugar en recuerdo de las 39 víctimas de Parot. Un acto para arropar a todas las familias a las que el etarra destrozó la vida y condenar las decenas de atentados que llevan su nombre. Entre ellos, una de las matanzas más crueles: la que el terrorista perpetró en la casa cuartel de Zaragoza días antes de la Navidad de 1987.
11 personas fueron asesinadas aquella madrugada, incluidas cinco niñas. Miriam y Esther tenían solo tres años. La noche anterior, el terrorista había visto su ropa tendida en el balcón y decidió colocar el coche bomba con 250 kilos de explosivos justo debajo. "Querían provocar la mayor matanza posible y si había niños, mejor, era lo que buscaban", relataría su padre años después.
Hoy, Juan José Barrera no quiere hablar. No puede. 34 años de dolor, de recuerdos empañados y de agravios -no ya de los terroristas, sino judiciales y políticos- son demasiados. En su lugar es Rosa María Alcaraz, la madre de las pequeñas, la que responde al otro lado del teléfono. "Cuando empiezan con estos actos, pues imagínate cómo nos sentimos -arranca con voz entrecortada-. Mal, muy mal, porque recuerdas todo y sufres la indignación de ver cómo el Gobierno apoya más a los asesinos que a las víctimas".
Aquel día, Rosa -que se salvó gracias a un armario que hizo de parapeto de la onda expansiva- perdió a sus hijas y a su hermano Ángel, que con 17 años se había trasladado a Zaragoza para estudiar peluquería: "Recordar esto es muy duro, porque de la noche a la mañana te encuentres sin tus hijas y sin tu hermano. Tres de golpe. Y no es un accidente, no es una cosa fortuita. Que te los arrebaten como me los arrebataron a mi… Eso es lo peor que le puede pasar una persona".
Tras el atentado, Rosa y Juan José tuvieron dos hijas más. Durante mucho tiempo trataron de ocultarles lo sucedido para evitarles el sufrimiento. Ellas crecieron pensando que aquellas niñas de mirada dulce que aparecían en los marcos de fotos eran ellas mismas de pequeñas. Hasta que un día no tuvieron más remedio que explicarles la verdad. "La vida después de algo así es muy difícil, porque no quieres decir nada y no es igual que cuando tú eres una madre feliz. Que teníamos 29 años… -recuerda entre lágrimas-. Nos costó mucho salir adelante".
Al dolor de cualquier pérdida, las víctimas del terrorismo suman un largo historial de injusticias: cientos de casos sin resolver, penas que no se cumplen íntegramente, acercamientos injustificados e infames homenajes y actos de apoyo a los asesinos de sus familiares que, como los que este sábado tendrán lugar en todas las plazas del País Vasco, se celebran con total impunidad gracias a la permisividad y pasividad de jueces y políticos. "Todo lo que les han dado a los presos nos lo han quitado a nosotros en salud y bienestar", lamenta Rosa. Y, en su caso, no puede ser más cierto: "Mi marido ha sufrido dos infartos y lo está pasando muy mal".
De sus palabras es fácil deducir que no han sido pocos precisamente los que han tratado de restar importancia a tantos años de despropósitos. Sin embargo, no hay argumentos capaces de mitigar el dolor. "Han pasado muchos años, pero en realidad hay que vivirlos, hay que vivir el día a día. A veces te dicen que bueno, que esto es todo política… Ya, es política. Y por eso te indignas más, porque es política y los políticos están haciendo que esto nos haga cada vez más daño", denuncia.
Tampoco entiende la indiferencia de mucha gente: "Al que maltrata a una mujer o al que roba se le machaca socialmente. Yo no he visto que la sociedad haya machacado a estos asesinos nunca". La misma gente que hace arder las redes sociales ante ciertos sucesos, y que saldría a la calle en masa si se hiciera un homenaje a un asesino o un violador, lamenta Rosa, calla cuando se trata de un terrorista.
Este sábado, ni ella ni su marido estarán en Mondragón. No lo soportarían. Su hermano Francisco José Alcaraz, sin embargo, encabezará el homenaje a las víctimas. No lo hará como político de Vox. Lo hará como presidente de Voces contra el terrorismo, como tío de Miriam y Esther, como hermano de Ángel. Eso siempre y cuando no haya sorpresas de última hora, porque como advierte Rosa, "a lo mejor les dejan hacerlo a ellos y nos lo prohíben a nosotros. Todo se puede esperar".
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