Permítanme, al comenzar mis palabras, que les exprese la alegría de la Reina y mía por volver hoy a Vitoria, a Gasteiz, para, en esta ocasión, transmitir nuestro reconocimiento por el trabajo y el esfuerzo desarrollados para que finalmente podamos inaugurar de manera oficial este Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y su exposición permanente.
Al compromiso de su Patronato y de su dirección se suman hoy todos ustedes, las autoridades que nos acompañan, con su participación en este acto, que tiene un fundamento tan emotivo y unos objetivos tan necesarios y sanos para la memoria y el espíritu de nuestra sociedad.
De una manera muy especial, quiero referirme en un día como este a los representantes de las asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo, en cuya memoria se ha construido este proyecto con tanto cariño; junto con toda la voluntad y la responsabilidad que la dignidad de las víctimas merece.
Hace ya varios años, el 27 de noviembre de 2015, tuve el honor de presidir la 1ª reunión del Patronato de la Fund. Cent. para la Mem. de las V. del T., compuesto por una representación plural de las Administraciones General del Estado, autonómica y local, así como por representantes de las Cortes Generales y de las propias víctimas del terrorismo. Esta Fundación estatal, cuya presidencia de honor tengo la satisfacción de asumir, está constituida por mandato de la Ley de Reconocimiento y Protección Integral de las V. del T. cuyo artículo 57 encomienda al Gobierno la constitución de un Centro Nacional para su Memoria con sede en el País Vasco. Y quiero en esta ocasión agradecer especialmente, tanto a la ciudad de Vitoria-Gasteiz el importante gesto de acoger este Centro, como a su Alcalde el impulso que ha dado a la rehabilitación del entorno de su sede, que permitirá sin duda una mejor interacción con sus visitantes.
Durante estos últimos años, este proyecto iniciado con gran ilusión, se ha desarrollado de manera muy satisfactoria, culminándose la rehabilitación de su sede —la antigua del Banco de España, que la Administración del Estado cedió a la Fundación para este proyecto—. Igualmente, está en marcha la futura sede en Madrid, que profundizará en el conocimiento del terrorismo yihadista y, también –como no– en la memoria de todas las V. del T.; memoria que recientemente honramos en el Día Europeo de las Víctimas el pasado 11 de marzo en Madrid.
Esta sede que hoy nos acoge permitirá a la Fundación disponer de un espacio propio para seguir cumpliendo y aún en mejores condiciones los altos fines que tiene encomendados:
Preservar y difundir los valores democráticos y éticos que personifican las víctimas del terrorismo.
Construir la memoria colectiva de las víctimas, y
Concienciar al conjunto de la población en la defensa de la libertad y de los derechos humanos y contra el terrorismo.
Y digo “seguir cumpliendo” porque, ya desde 2016, la Fundación realiza su actividad investigadora, divulgativa, de reconocimiento de las víctimas y educativa de forma intensa y rigurosa, como muestran las sucesivas publicaciones de monografías. La última de ellas, el 1er volumen de la trilogía Historia y Memoria del Terrorismo en el País Vasco, así como la publicación el pasado año de las Unidades Didácticas que desarrollan el currículo básico de la educación secundaria y de bachillerato.
La exposición permanente que hoy también inauguramos, junto con la temporal “Once de marzo”, que acabamos de visitar, es un proyecto pionero en Europa que está a la vanguardia de los distintos memoriales que se están poniendo en marcha en los países de nuestro entorno. Un proyecto que está llamado a ser un referente internacional para la visibilidad a de las víctimas del terrorismo, de su memoria y dignidad y, por tanto, para el fortalecimiento de los valores democráticos que las víctimas representan y que nos hacen mejores como sociedad.
"...preservar la memoria de las víctimas es, por tanto, un ejercicio de respeto y de justicia ... un elemento esencial para que las generaciones venideras sean siempre conscientes de la gravedad de lo sucedido, del dolor que el terrorismo provoca a toda la sociedad y a sus víctimas en particular, y de la permanente obligación que toda sociedad y todo Estado tiene de combatirlo; con la ley, con sus capacidades policiales, de investigación y de cooperación internacional, y con la labor jurisdiccional de los tribunales de Justicia. Y así, que también hagan lo posible para evitar que vuelva a ocurrir..."
La memoria de las víctimas del terrorismo es consustancial a nuestros valores constitucionales. Las Cortes Generales, que en 2011 aprobaron por unanimidad la mencionada Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo, subrayaron “el valor de la memoria como la garantía última de que la sociedad española y sus instituciones representativas no van a olvidar nunca a los que perdieron la vida, sufrieron heridas físicas o psicológicas o vieron sacrificada su libertad como consecuencia del fanatismo terrorista”.
Y el preámbulo de la Ley destaca que “el Estado salvaguarda así el recuerdo de las víctimas del terrorismo con especial atención a su significado político, que se concreta en la defensa de todo aquello que el terrorismo pretende eliminar para imponer su proyecto totalitario y excluyente. La significación política de las víctimas exige su reconocimiento social y constituye una herramienta esencial para la deslegitimación ética, social y política del terrorismo”.
También el Parlamento vasco pone la memoria en el centro mismo del reconocimiento social de las víctimas, y de este modo, la Ley de Reconocimiento y Reparación de las víctimas del terrorismo señala que “si verdad es conocimiento de los hechos, memoria es reconocimiento social de los mismos. El reconocimiento público y oficial del sufrimiento causado a un inocente y de la significación política de su condición de víctima”.
Con la inauguración hoy de este Centro damos un gran paso para satisfacer realmente esa necesidad pública de memoria; y de manera especial con su propuesta permanente de exponer los hechos que todos recordamos, porque los hemos vivido, y a cuyo conocimiento tendrán acceso, con rigor, las generaciones que han tenido la fortuna de no sufrirlos. Nos permitirá también profundizar en el conocimiento de la actual amenaza.
La memoria de las víctimas —además, por supuesto, de la ley— constituye un elemento esencial para evitar cualquier legitimación o justificación del terrorismo y para que no se vuelva a repetir el injusto dolor causado a las víctimas. La memoria es pues imprescindible para preservar la verdad, la dignidad y la justicia, los pilares en los que debe basarse el reconocimiento de las víctimas.
La exposición que acabamos de visitar nos recuerda que las víctimas del terrorismo son, a su vez, uno de los pilares éticos de nuestro sistema democrático. Son, en definitiva, símbolo de la defensa de nuestras libertades y del Estado de Derecho, que representan los valores que los terroristas pretendieron destruir; valores que emanan de nuestra Constitución, del proyecto común de la UE, de la Carta de NNUU y de la Decl.Univ. de los DD.HH.
Preservar la memoria de las víctimas es, por tanto, un ejercicio de respeto y de justicia, pero también un elemento esencial para que las generaciones venideras sean siempre conscientes de la gravedad de lo sucedido, del dolor que el terrorismo provoca a toda la sociedad y a sus víctimas en particular, y de la permanente obligación que toda sociedad y todo Estado tiene de combatirlo; con la ley, con sus capacidades policiales, de investigación y de cooperación internacional, y con la labor jurisdiccional de los tribunales de Justicia. Y así, que también hagan lo posible para evitar que vuelva a ocurrir.
La participación de las asociaciones y fundaciones que trabajáis acompañando a las víctimas es fundamental e insustituible para preservar su memoria. Muchos de vosotros contáis con una larga historia, de las más antiguas en el ámbito nacional e internacional, de apoyo a las víctimas del terrorismo, y prueba de ello son los aniversarios que conmemoráis este año, y a los que nos adherimos con el mayor respeto.
Señoras y señores, queridas víctimas del terrorismo,
Al llegar al final de este acto quiero volver a expresar de corazón nuestra gratitud y nuestra más profunda solidaridad —que conocéis bien— con todas las víctimas, con todos los heridos y amenazados y todas sus familias.
El reto que hoy nos convoca la inauguración de este Centro, pionero para la preservación de la memoria de las víctimas, merece nuestro más firme compromiso y el de todas las personas que desean vivir en democracia y en libertad, y que trabajan por la convivencia pacífica de todos los ciudadanos.
Muchas gracias.
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