VIDAS ROTAS - Cristina Cuesta
Buenas tardes, queridos amigos. Gracias por organizar este acto a la Fundación, a la Asociación de Víctimas del Terrorismo, a Espasa, a la Fundación Dos de Mayo, gracias a los autores, Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey, una deuda que contraigo con vosotros como víctima del terrorismo, como ciudadana vasca y por lo tanto española y como representante del movimiento asociativo de víctimas del terrorismo. Voy a intentar contestar a tres preguntas que me he hecho desde que tuve el libro entre las manos. Por qué ha sido llamado el primer libro definitivo, creo que por el periodista Santiago González. Lo comparto. Por qué es especialmente necesario presentarlo y difundirlo sobre todo en el País Vasco. Y por qué es muy importante para las víctimas. Razones todas relacionadas.
Es un libro definitivo porque sistematiza con rigor y veracidad la historia personal que humaniza a los ciudadanos afectados por el terrorismo. Contextualiza la época en que se produjo el atentado, recoge datos de la respuesta social que se produjo, relaciona el crimen tonel criminal cuando ha sido juzgado. Integra los distintos puntos de vista desde los que pueden estudiarse las consecuencias humanas del terrorismo de ETA, las estrategias terroristas, las políticas antiterroristas que aplicaban los gobiernos correspondientes, la repercusión social o su falta absoluta, el retrato de la víctima antes, el día del atentado, la vida después, y el significado social del hecho trágico. Como cuadros impresionistas del horror y el dolor con el que ETA ha inundado la convivencia en casi 50 años de actividad. Cada historia es un primer acercamiento global a la verdad de las víctimas, su sufrimiento, su resistencia, su impotencia, su rebeldía cívica, su dolor, su reparación, sobre todo su dignidad. Cada víctima, las morales y las muchas otras que aparecen, son reflejadas como un calidoscopio guiadas por el intento tan loable y necesario de entender la victimación en toda su magnitud. Dando la medida de la macro victimación que han generado miles de crímenes cotidianos que han alterado tanto la vida, la seguridad y la libertad de miles de ciudadanos.
‘Vidas rotas’ define el significado moral y político de las víctimas del terrorismo y los límites que no se pueden traspasar sin dejar de insultar su memoria. Libre y voluntariamente, en un acto muy importante de valentía y de claridad intelectual de los autores en su prólogo, se sientan las bases de lo que entienden deben ser los principios para construir una memoria de las víctimas del terrorismo digna de tal nombre. Sin estas valoraciones, el libro habría tenido el mismo inmenso valor. En la introducción se añade una guía clarificadora de actuaciones que deberían ser consecuencia lógica de la existencia de las víctimas del terrorismo, de su historia y de su comportamiento. Me gustaría destacar tres por su importancia. La inmensa deuda que la democracia vasca y española ha contraído con las víctimas, porque el sacrificio de todos y de tantos ha contribuido a su fortalecimiento, esto exige obligaciones morales y políticas y yo añado tales como la no negociación con ETA, la imposibilidad moral de contraprestaciones de ningún tipo por dejar de matar y la imposibilidad de una política antiterrorista basada en el olvido y la impunidad.
Este libro descubre la dimensión del victimario como un totalitario que aplica la deshumanización de las víctimas como parte de una estrategia de justificación de las reivindicaciones políticas por las que ETA mata. Su consecuencia: deslegitimar el terrorismo es defender la imposibilidad de un proyecto político, como ya se ha dicho, basado en conculcaciones de derechos fundamentales y que, con terrorismo o sin él, es una aberración.
También busca hacer transparente, claro, entendible, el significado político de las víctimas, yo creo que una de las deudas más importantes que tiene esta sociedad vasca. Significado político como constitución de los derechos de la ciudadanía frente a la imposición de la exclusión identitaria de ETA. ‘Vidas rotas’ es la punta de un iceberg de desmemoria, de falta de claridad en los conceptos y en los análisis que definen a las víctimas y a los victimarios especialmente aquí, un antídoto frente a la circunstancia, las justificaciones, las teorías del conflicto y todo tipo de eufemismos para hablar de gente que mata y de gente que es asesinada. Asesinada por el intento de imponer un proyecto político irrealizable.
Desde la publicación del libro la lista de víctimas mortales ha aumentado y también la de afectados. Los autores no han podido contar la historia del gendarme francés asesinado en Francia ni de la impotencia segura y el temor que se ha acrecentado entre la gendarmería francesa. Como una buena novela o un buen ensayo, este libro nos deja con las ganas de más, de seguir contando, relacionando e investigando, creando un puzzle de la memoria que pertenece no sólo a las víctimas, sino a toda la sociedad democrática.
La segunda idea era por qué creo que es especialmente importante para el País Vasco. Presentarlo aquí creo que es una provocación en toda regla. La sociedad vasca y muchos de sus dirigentes, qué decir de la jerarquía de la Iglesia vasca, están a años luz del respeto debido y de la admiración intelectual y moral que este libro debería suscitar. Debería ser leído y comentado en todos los centros educativos vascos, debería ser el libro de cabecera de tantas y tantas personas dirigentes, ser presentado en el Parlamento vasco por su labor y por su significado. Una vez más es la iniciativa y determinación privada la que consigue iluminar, con apoyos, la historia real de las víctimas del terrorismo. En el País Vasco la narrativa del significado moral y político de estas víctimas todavía hoy está ocultada por la de los terroristas y la nacionalista, con una responsabilidad política e institucional evidente de los que han dado durante tanto tiempo cobertura ideológica a los fines de ETA y con un alto poder de control en el subconsciente y consciente colectivo de Euskadi han hecho poco por afianzar el relato de las víctimas del terrorismo. Hoy todavía aun reconociendo la esperanza de una política antiterrorista liderada por el nuevo gobierno socialista más coherente con la dignificación de las víctimas, existen declaraciones de dirigentes incluso socialistas que dicen que el fin de ETA tendrá que ser una combinación de olvido y de memoria.
Y hay declaraciones, que no se entienden, cuando se intenta explicar que las víctimas preparadas para contar nuestras experiencias, el significado moral y político de nuestro sufrimiento, tendremos que estar en actitudes conducentes a la reconciliación. No lo entendemos. Antes tienen que pasar muchas otras cosas importantes. Corremos riesgos, por supuesto. Todo movimiento totalitario, y ETA lo es, aspira a prostituir la historia, como se dice en el libro. Dejarán de matar quizá algún día, esperemos que pronto, y a lo mejor nos cuentan que lo dejaron porque el terrorismo ya no era útil para sus fines. A lo mejor no se reconoce el daño causado, no hay arrepentimiento, eso es esencial para decir la palabra reconciliación, un concepto que hiere a las víctimas cada vez que se pronuncia en vano. A lo mejor no se exige colaboración con la justicia y el pago de las deudas pendientes. Estaremos viviendo una situación de facto de punto y final y las víctimas seremos interpretadas, a o mejor, como daño colateral de un conflicto que acabó por cansancio.
‘Vidas rotas’ explica con cada relato, en un contexto de interpretación del significado de las víctimas del terrorismo, que todo esto no puede darse sin volver a humillar e insultar a las propias víctimas. Imposibilita la idea tan extendida por estos lares de que todo puede ser defendido sin violencia. Porque el proyecto de ETA, construido sobre el dolor de miles de ciudadanos, es inviable por inmoral, sectario, ilegal y falsario. Es responsabilidad de todos, y de las propias víctimas, contribuir a que el relato de la memoria política triunfe.
Las víctimas hemos luchado por recomponer nuestras vidas rotas, por ser ciudadanos en contra de la imposición del terrorismo y de sus seguidores. Queremos un final con vencedores y vencidos, queremos a ETA fuera de las instituciones y también a todos aquellos que la justifican. Deseamos ser pieza clave de una sociedad vertebrada y sana, que viva en libertad y en su multiplicidad de pertenencias, libre. Deseamos un final justo y de reparación judicial, legal y social. El libro defiende este futuro por el que merece la pena seguir comprometida.
Y, llego a la idea final, este libro es muy importante para las víctimas del terrorismo. Cuando ha sido posible, relaciona atentados, víctimas y responsables penales de los crímenes. Por primera vez, creo, se cuenta su historia desde el punto de vista de estas y sin obviar la autoría penal de quienes cometieron los atentados, con rigor y según las sentencias promulgadas por la Audiencia Nacional. Las víctimas todavía hoy en el País Vasco soportamos relatos paralelos, incoherentes, que por untado intentan devolvernos el protagonismo perdido y por otro legitiman los crímenes y a los criminales; estas dos narrativas conviven en muchos rincones de este país, en los bares, las escuelas, las familias. Pueden estar participando en un acto de homenaje, como hoy, por la memoria de sus familiares y por la tarde soportando pancartas y recibimientos a etarras y hasta del propio terrorista que asesinó a su familiar. El nombre y la historia de la víctima inocente están unidos a los culpables del victimario. Lo importante es el punto de vista, la determinación política y ética para defender la inocencia de las víctimas paralelamente a anunciar la culpabilidad de los verdugos, evitar los discursos legitimadores y los espacios de impunidad. Hasta el momento se hablaba en los medios de tal terrorista implicado en los atentados que costaron la vida a tales ciudadanos. ‘Vidas rotas’ nos cuenta la vida de las víctimas y la responsabilidad de sus asesinos en este orden y sin eufemismos. Existe todavía mucho delito impune, mucho atentado por esclarecer, es urgente y necesario si queremos abordar un final de ETA digno para las víctimas, reformar un sistema penal y penitenciario que olvida la exigencia de información y atención mínima para que las víctimas puedan sentirse también reparadas, reconocidas y atendidas por el sistema judicial.
El libro cuenta que el 23 de marzo, tal día como hoy, de 1979 ETA mató en Vitoria al inspector de Policía Antonio Recio Claver. Casi 20 años después, Ignacio Arakama Mendia, miembro del comando Araba fue condenado a 30 años de prisión mayor. El libro no dice que es autor de 18 asesinatos, que fue dirigente de ETA y que el año pasado se trasladó a la prisión de Logroño al parecer por su disposición crítica contra ETA. Conviene no olvidar. ‘Vidas rotas’ cuenta que otro 23 de marzo, como hoy, de 1992, ETA asesinó en Madrid a un joven economista, Juan José Carrasco Guerrero, hijo de Félix Manuel Carrasco Pérez Manchado, coronel del Ejército de Tierra. Aquel día cogió el coche de su padre para ir al trabajo. Once años después, Ignacio Etxeberria Martín, Mortadela, fue condenado a 30 años de reclusión mayor. Conviene no olvidar.
Gracias Rogelio, gracias Florencio y gracias Marcos por vuestra contribución imprescindible a la verdad, la memoria, la justicia y la dignidad de las víctimas. Quiero acabar con una idea que a COVITE le honra: que este premio COVITE Intencional a favor de la Recuperación, Recuerdo y Apoyo a las Víctimas 2010 sea concedido a estos tres hombres imprescindibles. El acto se celebrará en San Sebastián el 23 de mayo. Gracias.
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