Nos encontramos ante una de las obras que, con seguridad, más darán que hablar en este 2014. La tercera colaboración del dúo creativo formado por Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, que tras el éxito Las Serpientes Ciegas (BD Banda) y de Hágase el Caos (Norma) desembarcan de nuevo en Komic Librería con un excelente thriller que toma prestado un verso de Quevedo como título y en el que, casi por primera vez en el cómic nacional, aparece el conflicto vasco tratado con cierta profundidad.
El argumento gira alrededor de Antoine, un mafioso marsellés, extremadamente culto y solitario, que acaba de salir de la cárcel tras cumplir treinta años de condena, y que al recobrar la libertad se centra en cumplir un encargo que le hizo antes de su entrada en prisión un empresario vasco amenazado por el entorno de ETA: en caso de que alguien terminara con su vida, quería que Antoine asesinara a su verdugo.
Nuestro protagonista, tras tres décadas ausente de la vida normal, focaliza todas sus energías en este objetivo, como si de un asunto de honor se tratara. Inicia entonces una investigación buscando al responsable de la muerte del empresario, investigación que lo llevará de Marsella a Palma de Mallorca, Madrid o París, para desembocar finalmente en San Sebastián.
Durante sus indagaciones se entrevistará con varias víctimas, momento que Hernández Cava aprovecha para ceder la voz a aquellos que vieron sus vidas truncadas por atentados de la organización terrorista. Este es el gran objetivo del guionista con esta obra: no dejar que caiga en el olvido el sufrimiento de toda esta gente, y al hacerlo construye el que, para nosotros, es su mejor trabajo.
Y si pensamos que estamos ante algunas de las mejores páginas de este veterano madrileño, su compañero en el apartado gráfico, Tomeu Seguí, sin ser un virtuoso, no se queda atrás y firma un dibujo sobrio y eficaz, perfecto para narrar esta historia, componiendo ambientes a través del color y representando los escenarios reales con una soltura admirable.
Ya desde la magnífica portada apreciamos su buen quehacer y el tremendo peso que los símbolos tienen en esta obra: con un fondo gris y el título elegantemente impreso en barniz brillante transparente, aparece una misteriosa figura representando a un médico de la peste negra, doctores especializados que trataban a los enfermos de peste y que habitualmente llevaban una máscara con forma de pico de ave rellena de productos aromáticos para evitar el aire miasmático. Basada en un grabado del siglo XVII, esta figura porta en su mano derecha una pistola Tokarev, y enlaza directamente con la importantísima influencia que durante todo el relato tiene la novela La Peste, de Albert Camus.
Resulta llamativo lo mucho que cuesta tratar ciertos temas en este país en el que vivimos, donde existe una tendencia enorme a ver las cosas como blancas o negras, sin percibir las múltiples opciones que normalmente existen. Sin ir más lejos, el mismo día que este libro llegó a Komic Librería, un periódico de tirada nacional le dedicaba una página entera hablando de él con el titular: Un cómic contra el cierre en falso de ETA.
Cada quien tendrá su opinión en base a su experiencia respecto al conflicto en Euskadi, y estará (o no) de acuerdo con el discurso de algunos de los personajes que aparecen en esta novela gráfica de 72 páginas, pero eso no debería ser inconveniente para disfrutar con esta historia de género negro y ritmo trepidante.
Eso sí, también llama la atención el hecho de que, con la excepción de la revista satírica TMEO o alguna contada excepción (La ola perfecta, de Ramón de España y Sagar, EDT, 2012), ETA no se había tratado hasta ahora en el mundo de la viñeta y, de repente, aparecen dos obras con este tema, ya que a Las oscuras manos del olvido tenemos que añadir la próxima publicación de He visto ballenas, del donostiarra Javier de Isusi. – Fuente
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