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martes, 26 de marzo de 2019

Cerrar las heridas de la violencia

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¿Es posible?. ¿Pueden los que han perdido alguien por causa de la violencia perdonar, olvidar, normalizar su convivencia con los que alentaron tal situación? ¿Quiénes son las víctimas del terrorismo?. ¿Se arregla el problema con una comisión del Parlamento Vasco -Ponencia de Memoria y Convivencia-?.


Durante muchos años, y por razones políticas que fueron señaladas como el contencioso vasco contra el Estado español, Euskal Herría emprendió, mantuvo y llegó a justificar por activa o pasiva, la presencia de la violencia. Recuerdo una frase terrible. “¡Aquí no hay una guerra, pues no hay dos bandos, sólo uno que mata y otro que muere!”.
 
No sólo han de pedir perdón. No sólo han de señalar que nunca tuvo sentido aquella subcultura. Han de reconocer que hubo una perversa utilización del miedo para alcanzar la utopía de pueblo vasco, nación vasca, Estado vasco…

Recuerdo con indignación tres hechos de los que de alguna forma fui testigo. ETA era la vanguardia necesaria para alcanzar el máximo autogobierno. ETA fue, en determinados momentos, alentada a seguir para evitar que el proceso de negociación-concesión de competencias del Estado a la Comunidad se parara. Cuando todos nos habíamos creído que el contencioso vasco con el Estado era por el Estatuto de Guernica, alguien dijo, alto y claro, que el Estatuto no era un fin, sólo un vehículo-medio para avanzar hacia la “tierra prometida”.

Cuando descubres que el terrorismo es un gran negocio, se te abren las carnes y descubres las perversiones del sistema democrático. Cuando digo negocio, no me refiero sólo a personas o proyectos en España, siempre tuve miedo a que en la comunidad internacional hubiera tantos o más intereses que en la propia. Prueba de lo que digo es que el cambio de actitud colaboracionista eficaz desde la comunidad internacional, frente al terrorismo de ETA y cómplices, se produce tras el atentado de las Torres Gemelas.

Cuando descubres que los conceptos de democracia entre constitucionalistas y nacionalistas son diferentes, uno llega a la conclusión de que se hace indispensable refundar la democracia para que todos reconozcamos los mismos límites.   
 
Sin duda, el Pacto de Ajuria Enea fue un gran avance contra la violencia. Y desde luego fue un punto de encuentro entre políticos en una sociedad dividida por los propios políticos. A partir de aquella Mesa de la que formé parte durante diez años, quedó claro que no se podía hacer uso de la violencia con fines políticos. ¡Menudo avance en una sociedad que estuvo tan enferma como para decir, cuando había un asesinato de ETA, “algo habrá hecho”!

Bajemos a tierra. Los intereses o demandas de los colectivos afectados en la historia de la violencia, del y desde, contencioso vasco, son muy complejos. En primer lugar, a las víctimas de ETA -asesinatos y toda suerte a extorciones- no se les puede pedir que olviden, perdonen, ejerzan la generosidad de poner la otra mejilla. No se ha dado nunca. No hay más que ver como respondió la comunidad judía tras la Segunda Guerra Mundial, con sus verdugos, con aquellos que intentaron echar tierra sobre la historia del genocidio.

En segundo lugar, los presos de ETA y sus familias, a los que primero se organiza como frente carcelario, y se les asegura que la paz conlleva el indulto. En este campo, al menos, se ha logrado romper la férrea disciplina del colectivo que llegó a ejercer a través de sus abogados una fuerte presión sobre el conjunto del MLNV. Pero en cualquier caso, persisten las heridas en los que llegaron a creerse patriotas, soldados, vanguardia de la construcción nacional. Tiene dos caminos:  o se rinden, piden perdón, muestran arrepentimiento colaborando en el esclarecimiento de atentados pendientes de resolver, o seguirán cumpliendo íntegramente las penas impuestas y sometidos a la dispersión, precisamente para evitar que intoxiquen a los que abandonan la organización.

En tercer lugar, todos los que sufrieron presión y hubieron de convertirse en exiliados de su tierra. Aquí, el Gobierno vasco y el Parlamento deben hacer una profunda reflexión. Mientras a la diáspora vasca le dedicaron toda suerte de parabienes, a los que se marchaban por miedo a ser víctimas de atentados, o simplemente por no poder soportar la indignidad de la chulería nacionalista radical, nadie se ocupó de dónde estaban y cómo vivían, era la sensación de algo tan viejo como “al enemigo -del pueblo vasco- que huye, puente de plata”.

En cuarto lugar, las víctimas de la denominada guerra sucia. Todos aquellos que se sienten zaheridos por haber sido sospechosos de colaboración y maltratados en un proceso dónde había diferentes niveles de actuación. Pretenden ser tratados como víctimas. Y voy a poner un ejemplo muy fuerte. La familia de Melitón Manzanas, comisario de Irún, estaba en la primera reunión convocada en el Parlamento Vasco, -yo formaba parte del hemiciclo- en que se reunió a víctimas de ETA, pero nadie quería entregarles la distinción, dadas las actividades del comisario en sus interrogatorios. Al mismo tiempo, resultó insultante para la familia de Goyo Ordoñez comprobar cómo Valentín Lasarte se paseaba con su familia por las calles de Donosti, mientras algunos recordábamos su implicación en los asesinatos de Fernando Múgica, Ordoñez, etc…   
 
En quinto lugar, el denominado contencioso vasco. Lo que en román paladino significa los derechos que van desde la autonomía al presunto derecho a decidir, y todo ello en el marco del denominado “bloque constitucional”, es decir, Constitución Española y Estatuto de Guernica, ambos unidos y dependientes, de tal manera que la reforma de uno debe ser en relación a la posible reforma de la otra Ley. Si se está planteando dentro del proyecto reformista, la adecuación de la Carta Magna, lo lógico sería ordenar las reformas. Primero la Constitución y luego los Estatutos que conforman el denominado Estado español de las Autonomías.
 
En el caso de Euskadi, tal adecuación ha tenido y puede seguir teniendo mucho que ver con el cierre de las heridas, máxime por la causalidad que tuvo el proceso de autogobierno en la violencia. Ahora es tiempo de reformas, no hay miedos a involuciones, estamos en otro marco institucional formando parte de la UE, hay nuevos problemas en la sociedad que demandan respuestas, siempre tendremos la dudas razonables sobre la salud del sistema democrático y el papel tanto del pueblo como de los tres poderes-legislativo, ejecutivo, judicial. – FUENTE:

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