Querida Sandra:
Desde que el viernes tu padre fue cobardemente asesinado en tu presencia y la de tu madre, no he dejado de pensar en vosotras y en tus hermanos. Hace 28 años -tú todavía no habías nacido y probablemente el que descerrajó los tiros contra tu padre tampoco- mi padre murió de la misma forma, tiroteado delante de mis hermanas.
Esta mañana he escuchado tu alegato, tu clamor dolorido y a la vez valeroso contra los asesinos. Te he encontrado entera, luchadora y firme. Me has recordado a mí misma cuando, hace 28 años, en el funeral de mi padre, salí del rincón en que nos habían puesto a la familia mientras Garaicoechea ocupaba el lugar preferente de la catedral nueva de Vitoria y subí al altar a pedir por España, por todas las personas que habían sacrificado su vida en su defensa y rogué que «la sangre de mi padre asesinado no se hubiese derramado en vano». Hoy, desgraciadamente, tengo muchas certezas sobre quién ha conseguido objetivos políticos a costa de su muerte y de tantas otras.
Tú has invocado a la libertad y a la democracia, no a la paz, ese maravilloso concepto tan desvirtuado en los últimos tiempos, y has pedido que nadie manipule la muerte de tu padre. Tienes razón, nadie debe manipular a las víctimas, pero, tristemente, he de decirte que su mera existencia es fruto de la voluntad de los asesinos de manipular a la sociedad, de manipular la voluntad y los sentimientos de los españoles. Ellos provocan cada una de las víctimas con el objetivo claro de manipularnos a todos.
El asesinato de tu padre, como todos los demás, es un atentado contra la libertad y contra la democracia, pero también contra la Nación española, el marco de convivencia que nos ampara a todos y que los terroristas llevan 40 años intentando destruir. Por eso, porque el terrorismo nos ataca a todos, es imprescindible que el nuevo gobierno que salga de las urnas tenga como prioridad absoluta la recuperación del consenso para derrotar a ETA. Nuestra unidad nos fortalece y les debilita a ellos. No debe haber ni un resquicio de esperanza para los criminales, sólo así les venceremos.
Los 28 años que separan el asesinato de tu padre y el del mío son la prueba más palpable de lo que es ETA y de lo que seguirá siendo si no acabamos con ella. Durante estos años he visto las diferentes estrategias que los sucesivos gobiernos han ido acometiendo para tratar de erradicar el terrorismo de nuestro país. He visto grandes errores, he visto confusión, he visto ignorancia, en algunos casos incluso inocencia, otras veces falta de escrúpulos o de ética, he sentido muchas veces desánimo y a veces esperanza. Pero he mantenido siempre mi convencimiento de dos certezas: el enemigo de ETA -a quien odian- es España, no los partidos políticos, y sólo podremos derrotarla desde la unidad y desde la firmeza, haciendo que pierdan toda esperanza de conseguir sus objetivos políticos mediante el crimen y mediante esa trampa llamada eufemísticamente negociación.
Todos los demócratas, juntos, sin fisuras, debemos acabar con ETA y desenmascarar de una vez por todas y para siempre a aquéllos que con actitudes ambiguas toleran el adoctrinamiento constante de nuevas camadas de terroristas, a aquéllos que financian indirectamente sus actividades, a aquéllos que han permitido que el fanatismo radical de ETA haya impregnado a una parte importante de la sociedad vasca.
Querida Sandra, quisiera de todo corazón que dentro de otros 28 años no seas tú quien tenga que escribir una carta a una adolescente que sufre la tragedia de perder a su padre porque unos desalmados lo han asesinado. Quisiera que dentro de 28 años no descubras con horror que en un pueblo vecino le han dedicado una plaza o una calle al asesino de tu padre, como me ha ocurrido a mí. Quisiera que dentro de 28 años, tus hijos, que tendrán que saber quien les privó de disfrutar de su abuelo, al menos vean el futuro sin miedo, con ilusión, con libertad y con auténtica paz, porque ETA será ya sólo una pesadilla del pasado.
Un fuerte abrazo y todo mi cariño para ti y tu familia.
“El Mundo” 09-3-2008
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